lunes, 6 de junio de 2011

Diario del corredor

Érase una vez una mujer a una silla pegada...esa soy yo.

Sentada la mayoría de las horas del día de lunes a viernes, un buen día decidí abandonar la vida sedentaria. Unas buenas zapas de deporte, iPhone cargado de música, app Nike+GPS y ¡al asfalto a practicar running!. Confieso que al principio me costó un poco, y eso que llevaba a mis espaldas varios años como spinner en el gimnasio. Recuerdo un día que la depresión del principiante se apoderó de mí cuando una chica con unos tacones de escándalo y cargada con mil bártulos y un bolso-maletón al hombro, me adelantó sin esfuerzo para coger el bus que hacía su parada reglamentaria. La gravedad hizo de ese día uno de mis peores jornadas de entrenamiento.
Confieso que lo que más me cuesta es mantener la voluntad de salir a correr. Mi horario deportivo se reduce mucho durante la semana, ya que el trabajo me deja libre a partir de las 19.00 hs. y se me hace tarde para salir. Los fines de semana salgo por la mañana y la predisposición es diferente. Durante la semana, el estado de ánimo, los dolores musculares, el cansancio, los madrugones, las preocupaciones...todo va minando a Doña voluntad, y alguna que otra vez se erige vencedora en el pódium del sedentarismo.

Pero esto no es lo normal. Una vez que el cuerpo se hace al ejercicio, las buenas sensaciones del running dan paso a la libertad, bienestar y a un estado mental de paz. Un relax que compensa el esfuerzo de la carrera, y que me proporciona un descanso reparador y una sensación de tranquilidad inexplicable.


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