En esta vorágine digital en la que vivimos no reparamos en el análisis del uso y tiempo invertido en el aparataje que facilita nuestras vidas, salvo cuando acaece una hecatombe estallando un cataclismo mundial.
Esto es lo que ha sucedido estos días. Los periódicos se han hecho eco de una desgracia sin precedentes, siendo los protagonistas los fieles sufridores de las BlackBerry. Una desconexión total ha provocado un caos personal y laboral. SMS que no llegaban, correos sin leer o WhatsApp con mensajes atrasados. ¡Una verdadera anarquía!
Creo que estamos extralimitando las facilidades con las que el mundo digital nos asiste en detrimento de una pericia innata que nos dota de ingenio para solventar situaciones casi irresolubles.
Todos estamos de acuerdo en que este tipo de averías plantea un inconveniente, sobre todo en el mundo empresarial. Pero no hay que olvidar que siempre existe un plan B, y que no siempre hemos vivido pegados a los smartphone. Y la verdad es que no llego a entender la magnitud del problema, porque a pesar de que la mensajería no funcionaba debido a la falta de Internet, la línea telefónica seguía siendo un recurso activo.
Me sorprende todo este alboroto social, y teniendo en cuenta que son problemas que se solucionan en pocas horas, el asunto no es para tanto.
Eso sí, una cosa debo añadir: ¡Esto con el iPhone no pasa! :)
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