Mi madre me ha enseñado que el lema del Chef Gusteau “cualquiera puede cocinar” sólo brilla en la pantalla grande.
Cierto es que cualquiera puede hacerlo, pero el resultado final no siempre deleita de igual forma a los comensales.
El domingo, mi adorada madre, hizo un bizcocho de quitarse el sombrero. Una delicia de la que conservo un trozo para el desayuno de mañana.
La porción que falta en la imagen representa la generosa primera cata.
Si tuviese que asignar las estrellas Michelín de la buena mesa, debería negociar con la editora francesa Michelín, Éditions du Voyage, la concesión de más estrellas para la bizcotela de mi mamica. No es cualquier cosa el refinamiento y exquisitez de la pieza. Arte culinario a la antigua usanza. Recetas tradicionales que mi madre borda.
El bizcochón llevaba mi nombre y, menos una pizca que sisó el Patrón, la manduca íntegra corre de mi cuenta. Lo que viene siendo una gozada integral.
Subir al cielo a desayunar. No digo más.
6 comentarios:
Woooo!!! Menuda pintazaaa!!!! Yuuuumiiii
ufffffffff que pintaaaaaaaaaa está para comérseloooooooo
Pintaca...pintaca Carol...una verdadera delicia, de las muchas que hace mi mamica.
Ya me llevaré uno para Málaga :)
Toñiti, no sabes lo rico que está. Los mejores pasteleros del mundo, no saben hacer esta delicatessen.
Deseando que llegue el desayuno de mañana :)
Me apunto al desayuno. ¡¡¡¡Menuda cara tiene el bizcochón!!!!
Saludos
jajajajajaaja...¡Prefiero hacerte un traje! Yo por mi bizcocho 'MA-TO'
:)
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